Cuentos para niños


          
                                            
                             Viaje al  circo fantástico.

                                                    I

En un pueblo cercano a la ciudad de Caracas vivía Alfredo. Un niño muy apreciado por sus amigos y maestros, disfrutaba del cariño de toda su familia, en especial de su abuelo, que le narraba cuentos y relatos. Alfredo le gustaba mucho el cuento del circo fantástico y su abuelo se lo repetía siempre que el quería.  Alfredo siempre soñaba con hacer un viaje para conocer al circo fantástico y le preguntaba muchas cosas sobre el circo al abuelo. Este siempre afirmaba que se  podían ver las cosas más increíbles del mundo.
— Te voy a decir un secreto, que conservo desde que era muy joven— dijo
     el abuelo, una noche después de haber contado muchos  cuentos.
—dímelo abuelo y te prometo que no se lo diré a nadie. — respondió Alfredo
— Conozco la forma de visitar el circo fantástico—comentó el abuelo asintiendo.
— ¿Verdad, abuelo? — preguntó un incrédulo Alfredo

                                                   II

Un sábado  se acostó muy temprano, debido a un malestar que tenía. Pasó un largo rato desde que cerró sus ojos y sintió que alguien le tocó  el hombro, le hablaba en un tono de voz muy bajo, cerca de sus oídos, para que nadie más escuchara. Su sorpresa, fue grande, ya  que era su abuelo y lo tomaba de la mano.
—Alfredo la función del circo que te conté comienza en una hora, te gustaría ir?— preguntó su abuelo, mirándolo a los ojos, en un tono de voz muy bajo, casi imperceptible.  
—Claro, que si abuelo—respondió Alfredo.
—Verás una función en el más espectacular circo que jamás haya existido— comentó el abuelo.
Alfredo tenia mucho sueño, pero la emoción de conocer el circo le hizo levantarse de su cama.
— ¿Iremos en mi velocípedo? –preguntó Alfredo.
— Si es tu deseo, iremos en tú velocípedo. — respondió el abuelo, aprobando la sugerencia del muchacho.
—Hurra, vamos entonces—se le escuchó decir, muy emocionado.
Alfredo y su abuelo comenzaron  el  viaje, volaban en el velocípedo  que le había regalado su padre, pero que nunca antes había usado. Sentía las nubes, quería atraparlas con sus manos, pero estas se escabullían por entre sus dedos.
—¿Ves ese sitio lleno de árboles? —preguntó el abuelo,  señalando con su dedo índice.
—hay un gran arrozal y dentro de uno de esos granos de arroz, esta  el circo fantástico de Nomar—concluyó el abuelo.
—Quién es Nomar?—preguntó Alfredo
—El más grande mago que jamás haya existido sobre la faz de la tierra. —respondió el abuelo, abriendo sus brazos para dar mas énfasis a sus palabras.
El velocípedo comienza a descender.
—!!!! Pasando pasando se pasa!!!! —dice el abuelo en un tono de voz alto.
— ¿Que dices,  Abuelo? —pregunta Alfredo, un poco asustado.
— Las palabras mágicas para entrar al grano de arroz donde esta el circo de Nomar—respondió el abuelo dejando mostrar una sonrisa de felicidad  en su cara.
Entraron al grano de arroz y aterrizaron sobre una gran pista de hielo. Se bajaron del velocípedo y comenzaron a    caminar juntos.
                                              
                                                   III

En la entrada del circo se notaba mucho movimiento, colas para  comprar dulces, cotufas y  chucherías.
Alfredo entra al área del circo, ve a una jirafa de un cuello muy corto,    un monito titi se apoya en su cabeza , tiene una braga que tiene un letrero que dice “mantenimiento del circo”, va a pintar una parte de la carpa que estaba desteñida; para llegar al sitio a reparar le daba vueltas a la oreja, y de esta forma el cuello se iba alargando hasta llegar justo al sitio que quería. Siguió caminando, se consiguió tantas luces multicolores juntas, el ruido agradable, la música, los colores de las paredes del local. En fin, le agradó el ambiente del circo.
Unos venados se acercaron y le ofrecieron su hospitalidad para llevarlos al mejor sitio del circo.
— vengo por ti al final de la  función— dijo el abuelo, guiñándole un ojo.
Comenzó el acto del elefante acróbata y era cierto, un elefante que se mecía de un sitio a otro; usaba su larga trompa para realizar  movimientos acrobáticos. Al finalizar su acto de balanceo entre  cuerdas y trapecios,  salta con todas sus fuerzas del trapecio  hacia el tubo principal, atrapa éste con la trompa  y se deja caer al piso; al llegar , remata con una vuelta de carnero; se levanta sobre la trompa y comienza  a dar saltitos sobre el piso con esta apoyada en el piso.   Alfredo no se movía, viendo lo increíble.
Continuamos con la tortuga rápida, dice el anunciante y  por un lado de la pista del escenario cruza una tortuga montada, como todo un jockey de carreras de caballos, sobre un conejo, se agarra muy bien de las orejas con la mano derecha y saluda a la concurrencia con la mano izquierda, al finalizar la primera vuelta todos aplauden debido a la velocidad alcanzada por el conejo montado por la tortuga.
Al finalizar la tercera vuelta, no continúan dando vueltas sino salen disparadas hacia los camerinos, finalizan con la risa y aplausos de los asistentes.
La vista de los espectadores se mantiene hacia los camerinos esperando al tigre come flores y en efecto, se acerca un venado a paso lento y trae amarrado por el cuello con un mecate a un tigre, ambos se dirigen al centro del  escenario. Detrás viene un conejo y trae en su lomo una caja grande tapada por una  sábana amarilla. Al llegar al centro se detienen y  el venado se acerca al conejo y saca flores del cajón que trae, comienza a dársela en la boca al tigre. El tigre antes de comenzar a comer, emite un rugido que hace temblar a muchos de los presentes, mueve la lengua de un lado a otro de su boca, en señal de apetito, y de aprobación por el alimento a comer. Comienza a comerse las flores que le pone el venado en su boca. Tarda  unos diez minutos y comienza su retirada en medio de nuevos aplausos.
Alfredo busca a su abuelo entre los espectadores para comentárselo, pero no lo ve.
Entonces dirige su vista  hacia los techos del circo y observa dos guacamayas lanzándose cambures entre sí, se dicen palabras desagradables. 
Observa a un lado de la entrada de los camerinos a un elefante que de su oreja izquierda sale agua,  para terminar de llenar una piscina donde nadará con un estilo nuevo, Rosa, la cebra.
En otro lado, vemos al conejo Orejas grandes  haciendo de hechicero, esta metiendo dentro de un pote a un puerco espín llamado el mago bigotón.
Unas gallinas con plumas de color azul desfilan en orden marcial, lanzando   ratoncitos , van muy serias; de repente, del grupo sale una gallina corriendo hacia un nido dentro de una jaula, se agacha y  sorpresa, al levantarse, sale un ratoncito corriendo; increíble, la gallina ha puesto un ratoncito.
En ese momento, cuando esta más distraído y alegre, le tocan el hombro, voltea y es su abuelo.
— Debemos regresar, —dice el Abuelo.
— Pero abuelo, podemos quedarnos un poco mas, deja que termine la función—responde Alfredo, arrugando la cara, disgustado.
— Lo siento, debemos regresar a casa, regresaremos otro día.
Alfredo sale del circo molesto, pero en el fondo contento.
Su abuelo le sigue comentando cosas inverosímiles que ha visto en el circo de Nomar.
Van a la pista de hielo, se montan en el velocípedo  y comienza el retorno.
El velocípedo aterriza en la azotea de la casa. Alfredo se dirige a su habitación acompañado de su abuelo y conversan en tono de voz bajo, sobre el viaje increíble que hicieron al circo fantástico de Nomar que esta dentro un grano de arroz.

                                                    IV

—Alfredo, a comer—dice la madre.
— ¿Que vamos comer, mama? —responde Alfredo
—Sopa de Arroz
—No quiero mami,  allí puede estar el circo de Nomar—dice Alfredo
— ¿Cómo?—pregunta la madre.




Ramón Anselmo Rengifo Avendaño
Marzo 2007
         Laura

                               
—Tengo que llevarle un regalo a mi maestra que está cumpliendo años —le dije con mucha  preocupación a mi madre.
—Olvidé comprarle un regalo durante el fin de semana.
—Ok. Le compraré algo al mediodía y te lo muestro a la tarde.
—Pero mami, ella cumpleaños  hoy, no mañana.
—No tengo regalos preparados, y no me avisaste con anticipación.
Me fui al cuarto a terminar de prepararme para ir a clases. Sentí un nudo en la garganta y tenía  lágrimas a punto de salirse.
Mi madre llegó tras de mí y comenzó a peinar mi liso cabello.
—Necesito llevarle algo a mi maestra. Ella ha sido muy buena conmigo. Le encantan mis sonrisas, todos los días me pide que le regale una; dice que soy muy bella. Ayer me dijo que era muy dulce. Todos los días se despide con un beso. Además, nos enseño a todos que no debemos tomar bebidas gaseosas sino jugos naturales, por que son mucho más sanos que los refrescos. —Le comenté en medio de sollozos a mi madre.
—Tranquila hija. Iré especialmente al centro a comprarle un hermoso regalo. —hablándome cerca del oído, en medio de un abrazo para tranquilizarme
—Mami entiéndeme, sus comentarios me emocionan. Necesito llevarle su regalo de cumpleaños.
—Esta bien—respondió mi madre mientras  iba rumbo a la cocina.
Termino de arreglarme. Me veo en el espejo; muevo la cara de un lado a otro, hacia atrás, hacia delante,  buscando  que un mechoncito de cabello caiga sobre mi frente.
Tengo dos hermanos: Víctor de 17 años…creo y Aisla, mi hermanita bella que tiene 12.
Víctor nunca entiende y se burla mucho de todos mis comentarios. No le he dicho nada del regalo. Mejor no le diré para que no se ría de mí.
Voy donde Aisla que esta terminando de arreglarse para ir a la escuela.
—Hoy es el cumpleaños de Luisa. Tengo que llevarle un regalo. Mamá no compró nada. No tengo nada para regalarle.­—Le dije a Aisla muy desconsolada.
—Llévale la pulsera roja que no usas. Es muy bonita— me dijo Aisla viéndome de reojo y sonriendo.
—Tu no entiendes­—le respondí.
Muy preocupada me fui a mi cuarto,  dos grandes lágrimas surcaron mi cara.
—Vamos que se hace tarde—grito mi padre desde la puerta de la calle.
Busqué afanosamente en mi cuarto algún presente para obsequiarle a mi maestra; vi a Laura, mi compañera de muchos años. La tomé con cuidado y la metí en la bolsa de regalos que le quite a mi madre.
Apure el paso debido a que todos esperaban por mí. 
Mi padre arrancó el carro.
—¿Que le vas a regalar a Luisa? —preguntó mi hermana con un tono de voz irónico para que mi papá escuchara.
—No te interesa.
—No te preocupes mi niña linda. Ya tu mamá me contó. Le dices a tu maestra que se te olvidó el regalo en la casa. Le compraré un hermoso regalo en mi hora de almuerzo. Te lo llevo esta tarde para que se lo entregues—dijo mi padre para acabar la conversación.
—Esta bien papi. Te quiero mucho. Gracias.
—A la niña consentida de papá le van a traer un regalito para que no llore—comentó irónicamente mi hermanita del alma.
—Déjame quieta—fue lo único que atine a contestar.
         —Quédense tranquilas, por el amor de Dios.
         Llegamos al colegio.
         Voy muy emocionada a mi aula de clases. Entré y fui al escritorio donde esta mi maestra.
         —Feliz cumpleaños—le dije a mi maestra. La abracé muy fuerte. Le dí un beso en la mejilla y le entregué mi regalo.
         —Muchas gracias, mi niña querida. Tu siempre tan cumplida.
         Me fui a mi pupitre. Me senté. Comencé a buscar los cuadernos para estar lista cuando comience la clase.
         —¡!!!!!AAAAAYYYYYYY¡¡¡¡¡¡¡ —gritó pavorosamente mi maestra.
         Todos dimos un salto.
         —Maestra….¿Qué pasó? —gritó María, una de las compañeras de clases mientras corría hacia el escritorio.
         Mi maestra lloraba. Agarraba fuertemente la bolsa que le había entregado. No logré entender que pasaba.
         En ese momento entró la directora al salón de clases muy alarmada por el grito escuchado.
         —¿Qué pasa. Luisa? —preguntó la directora en un tono de preocupación. 
         Mi maestra le entregó mi bolsa de regalos. 
         —¿Quién trajo esto? —nos preguntó a todos los estudiantes en un tono muy molesto, después de abrir la bolsa.
         —Es mi ranita Laura. Se la acabo de regalar a mi maestra por su cumpleaños. —respondí en un tono muy efusivo y alegre.


Ramón Anselmo Rengifo Avendaño

Enero 2009
                                                          

Aglo

¿Donde estará mi carrito de bomberos azul?. Porque será que todos los días me faltan juguetes. Siempre me falta el que estoy buscando. Ayer no encontré mi torre de mecánica. El otro día, mi pastor azul. Ayer, mi trapito verde.
Triste me acosté  a dormir y comencé a pensar. Meditando me pregunte ¿Por qué se pierden mis juguetes?.
Al rato de estar dormido y en medio de mi sueño, siento ruidos debajo de la cama. Doy vuelta y sigo durmiendo pero el ruido que existe debajo de mi cama no me deja dormir.
Me asomé y sorpresa. No creo, lo que estoy viendo: En uno de mis camiones de trabajo  están dos personajes conversando y  esta siendo manejada por un rufián, muy pequeño. Dios, y las manos….si  sus manos,  tienen cuatro dedos. Increíble.
No puede ser.
Auxilio!!!!!!!!!!!!!!!, es lo único que atine a gritar.
Mi madre entró velozmente preguntándome que me pasa. Me levanta del piso y me acuesta. Le señalo que vea lo que ocurre debajo de mi cama.
Hijo, pero como sudas. Fueron las últimas palabras que escuché antes de quedar profundamente dormido o desmayado. Nunca lo supe.
Al rato, cuando volví en sí. Estaba rodeado por mis padres y mi hermano Raúl. Les conté lo que había visto. Mi padre escuchó atentamente y moviendo la cabeza dijo: “Tenemos que llevar a este niño al médico, la fiebre le hizo ver pesadillas”.
Le dije a mi padre que era cierto lo que había visto. Me respondió: “esta bien hijo, pero necesito llevarte al médico para que te haga un chequeo general”. El médico me examinó al día siguiente y le dijo a mi padre que estaba bien. Debemos hacerle un seguimiento para ver que originó la fiebre que presentó  anoche.
Llegó la noche. Antes de acostarme, me asome para ver que había  debajo de mi cama. Saqué todos los juguetes y los coloque dentro de una caja. Asegure la caja con una cuerda y me acosté. Estaba dormido, cuando comencé a escuchar una sirena y comencé a gritar, aparece mi padre y me levanta en sus brazos dándome protección. Me pregunta: ¿Qué pasa Hijo?. Le digo, la sirena me despertó, me responde, esa sirena es la patrulla que esta circulando por la calle. Me asoma a la ventana y en efecto, una patrulla circulaba por la avenida haciendo titilar su sirena.
Me acostó en la cama. Me arropó. Apagando la luz me dijo “Duerme tranquilo”. Cinco minutos después, el mismo rufián de cuatro dedos que había visto el día anterior, mueve mi cuerpo y pone sus dedos sobre mis hombros y me dice: Me llamo: Aglo. No te preocupes, si quieres puedes jugar con nosotros. A esta hora, es que podemos jugar. No te asustes, no te haremos daño. Al levantar, mi cobija veo a un sinfín de muñequitos parecidos a Aglo,  que en ese momento se divertían con mis juguetes que habían sacado de mi caja   asegurada.
Los observe, unos minutos en sus juegos. Al rato, estaba compartiendo con nuevos amigos la actividad mas linda que tengo: jugar con  mis juguetes con amigos nuevos.

Ramón Anselmo Rengifo Avendaño
Octubre 2010





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